viernes, 9 de mayo de 2014

Un diagnostico de la tecnología venezolana

El estado de la tecnología en Venezuela en el contexto de las cadenas productivas

El estado de la tecnología en Venezuela en el contexto de las cadenas productivas

Leandro Rabindranath León (leandro.r.leon@gmail.com)
Centro Nacional de Desarrollo en Tecnologías libres (CENDITEL)
Universidad de Los Andes

Durante los últimos doce años, uno de los principales objetivos políticos de Venezuela ha sido el ganar independencia productiva a través de la generación de tecnología venezolana. Para ello, entre más cosas, se han establecido políticas monetarias destinadas a evitar la fuga de capitales, se han abierto numerosas y nuevas universidades, se han establecido políticas de incentivo -subsidios, facilidades arancelarias, etc- a la producción local, se ha intentado mejorar el sistema de transporte, se ha estimulado la entrada de capital extranjero -especialmente chino- y se ha efectuado una fuerte promoción hacia la generación de conocimiento libre.

Sin embargo, doce años después, la situación tecnológica venezolana es más precaria que en los tiempos de inicio de los planes de ganancia tecnológica. Si bien la demanda interna en rubros esenciales ha aumentado considerablemente, particularmente en el sector alimentario, también han aumentado dramáticamente las importaciones de estos rubros fundamentales.

Como propondremos más adelante, un sistema tecnológico requiere redes de interrelación; por ejemplo, redes de transporte, de generación y transmisión eléctrica o de telecomunicaciones. Si bien estas redes son asequibles a casi todos los venezolanos, tanto en el acceso como en el coste, su uso ha sido orientado hacia el consumo individual en desdén del industrial. A la fecha de redacción de este escrito, el sistema de transporte nacional se encuentra al borde del colapso debido el tráfico excesivo, falta de mantenimiento y especialmente falta de expansión. Del mismo modo, la generación y transmisión eléctrica se encuentran con un déficit de aproximadamente 20 %, ocasionado por una fortísima demanda doméstica, que no industrial, la cual ocasiona cortes y racionamientos recurrentes. Parecido se puede decir del sector de las telecomunicaciones, donde se aprecia una intermitencia en los servicios de telefonía y de Internet.

Quizá lo más llamativo de esta situación es que, aparte de pensar que en el ejecutivo venezolano hay un muy claro deseo y voluntad por producir tecnología propia, de haber empleado políticas de apropiación tecnológica vinculadas a la producción que han sido exitosas en otras partes, particularmente en Corea del Sur e India [AY00], puede decirse que Venezuela, en lugar de haber progresado o estar en vías de tener tecnología propia, su dependencia tecnológica ha aumentado.

Así las cosas, al margen de consideraciones de corte político-proselitista, surge como inquietud el preguntarse ¿por qué, a pesar de la voluntad y el uso de políticas exitosas allende, Venezuela no sólo ha fracasado en su anhelo de ganar independencia tecnológica, sino que más bien ha retrocedido? ¿Cuáles podrían ser los errores? ¿Qué es lo que la dirigencia tecnológica venezolana no ha visto? ¿Por qué no lo ha visto?

Nosotros pensamos que esta falta de consolidación en los planes tecnológicos venezolanos se debe principalmente a que en la dirigencia tecnológica venezolana operan diversas y erradas interpretaciones de lo que es la tecnología que confluyen en una “mirada fragmentada” 1 sobre el problema de la tecnología. Recetas y fórmulas exitosas no rinden frutos porque no se tiene claro para qué éstas son. De este modo, al no tener claro qué es la tecnología, resulta muy difícil delinear objetivos concretos y forjar consenso en los planes de apropiación tecnológica.

Planteadas estas breves consideraciones, este escrito se propone como propósito el brindar un contexto discursivo que dé cuenta de las posibles malas interpretaciones que han conllevado al fracaso venezolano en apropiación de tecnología y que sirva como marco de discusión.

Antes de abordar el ensayo es menester aclarar que éste es más de índole subjetiva que objetiva, en el sentido de que se substancia más en las modestas experiencias e impresiones personales de quien suscribe en la dirección de centros de investigación y desarrollo de tecnología venezolanos, así como de su participación en las discusiones sobre los planes venezolanos de apropiación tecnológica, que sobre indicaciones cuantitativas y objetivas.

Este opúsculo está estructurado en tres partes. En § 1 abordaremos y discutiremos el contexto discursivo que emplearemos para definir la tecnología y que nos permitirá excluir confusiones importantes en torno a este término y su uso. Con una definición clarificada en mano, en § 2 esbozaremos a muy grandes rasgos el estado general de la tecnología venezolana. Finalmente, con base a las consideraciones previas, en § 3 sugeriremos algunos lineamientos generales y prioridades políticas para un plan de apropiación tecnológica en una cultura como la venezolana.

Contents

1  ¿Qué es la tecnología?

Quizá la principal fuente de obstáculos para una adecuada y atinada instrumentación de políticas de desarrollo tecnológico es la diversidad de interpretaciones erradas que ocurren en torno a la idea de lo que es tecnología. La mayor parte las malas interpretaciones estriba en confundir un componente esencial para la tecnología con la misma tecnología.

Así pues, habida cuenta de estas confusiones, a efectos de llegar a una definición de tecnología, primero debemos identificar estas confusiones y esclarecer desde ellas qué no es tecnología.

1.1  Tecnología como conocimiento

Uno de los rasgos de la tecnología como fenómeno histórico ubicuo es que ésta descansa en una vasta cantidad de conocimiento, especial mas no exclusivamente, conocimiento científico, es decir, el resultante de aquello que hoy conocemos como la ciencia moderna.

¿Es la tecnología el conjunto de conocimientos que se requieren saber para producir?. Para desarrollar este planteamiento mencionaremos someramente tres ejemplos de “tecnologías” como conocimiento: la “tecnología” automotriz, la “tecnología” de telefonía celular y la “tecnología” satelital.

En el caso del automóvil es probable que el hecho de que ahora nos sea tan cotidiano oculte la miríada de conocimientos de la ciencia que están presentes en su fabricación: mecánica, metalurgia, electricidad, termodinámica, química orgánica por mencionar algunas áreas. En propicio el momento para comentar que una “tecnología” como conocimiento no consiste de un solo conocimiento. De hecho, como acabamos de señalarlo con los automóviles, es un conglomerado de conocimientos que históricamente no estuvieron relacionados entre sí.

La edad de aparición de las distintas áreas involucradas en la fabricación del automóvil se remonta desde miles de años atrás con la aparición de la rueda y mecánica sencilla, pasando hará 500 años por la física Newtoneana, hasta unos 120 años atrás, con la aparición del acero industrial y la explotación de hidrocarburos.

Nuestro segundo ejemplo lo conforma la “tecnología” de fabricación de celulares, en la cual no sólo encontramos diversas áreas de conocimiento, sino que algunas de éstas son de data más reciente respecto al automóvil; particularmente las áreas asociadas a la teoría electromagnética, cuyos orígenes formales, los cuales si bien se remontan a unos 400 años, no fueron unificados teóricamente hasta 1865 por el célebre James Clerk Maxwell.

Finalmente, nuestro último ejemplo de referencia lo conforma la “tecnología satelital”, la cual, aparte de compartir algunas “tecnologías” con los mundos automotriz y telefónicos, requiere de otras “tecnologías” más recientemente descubiertas; en la ocurrencia, la cohetería y las famosas teorías cuántica y relativista desarrolladas a principios del siglo XX.

Con nuestra imaginación puesta sobre estos ejemplos, retomemos la cuestión: ¿es la tecnología el conjunto de conocimientos que se requieren dominar para producir? O sea, cuando se dice que “se tiene una tecnología”, ¿significa eso que se dominan sus conocimientos inherentes?. Por ejemplo, decir que tenemos la tecnología automotriz ¿significaría que dominamos los conocimientos de mecánica, metalurgia, electricidad, etc., que se requieren para producir automóviles?.

El conocimiento, interpretado éste como el corpus cognitivo y objetivo de algún quehacer humano, que pueda ser enseñado en y por instituciones de educación, necesario para la inmensa mayoría de “tecnologías” como conocimiento está en su mayoría libremente disponible en libros y bibliotecas y es enseñado en las instituciones educativas tradicionales, universidades e institutos tecnológicos. En el caso concreto de nuestras tres “tecnologías” ejemplos, todos los conocimientos, incluidos los inherentes a la satelital, que es la más compleja, son asequibles a cualquiera que tenga la formación suficiente para entenderlos.

En el caso concreto venezolano, a pesar de esta disponibilidad de conocimientos y de que ellos se enseñan en las universidades venezolanas, muy pocos aparatos vinculados a aquellas tecnologías se fabrican en Venezuela.

La aprensión de lo anterior nos conlleva pues a dudar la creencia de que dominar la tecnología consiste en dominar los conocimientos. Si así fuera, entonces podría decirse que el estado venezolano posee la tecnología, pues éste dispone del aparataje institucional para enseñar los conocimientos.

Una condición necesaria para dominar una “tecnología” es que los conocimientos estén libremente disponibles, cual también es el caso venezolano.

¿Se trata entonces de que tengamos ciudadanos que dominen los conocimientos en un sistema educativo que permita crear nuevos, preservar los antiguos y enseñarlos a través de las generaciones? Habida cuenta del conocimiento como necesidad para la tecnología, es evidente que el tener a estas clases de ciudadanos y de instituciones también es una necesidad. Pero cuando aprehendemos que en las instituciones educativas venezolanas y en algunos de sus mundos productivos se comprenden y se enseñan los conocimientos requeridos para las “tecnologías”, entonces se nos revela que, aunque es una necesidad, esto no es suficiente para decir que se tiene tecnología.

Un último eje de esta interpretación es asociar la tecnología con la “investigación”, entendido este término como el trabajo que se realiza, tradicional pero no exclusivamente asociado con las universidades, para la creación de nuevo conocimiento. En este eje, ante la baja escala comparativa con otras latitudes de la investigación venezolana, podríamos fácilmente cometer el error de pensar que en eso, la investigación, sí reside el tener tecnología. Este error es desenmascarable si al mirar nuestros tres ejemplos aceptamos que estos conocimientos, bajo la interpretación que ya planteamos, ya fueron descubiertos, son perfectamente aprensibles y se poseen instituciones que los enseñan.

En definitiva, si bien el conocimiento transmisible, la investigación e instituciones asociadas con su generación y enseñanza son esencialmente necesarias a la tecnología, por ser insuficientes no la definen completamente.

La tecnología no (sólo) es el conocimiento.

1.2  Tecnología como infraestructura

El siguiente tipo de confusión se desenreda mejor planteando la pregunta: ¿es la infraestructura (máquinas, edificios, dispositivos, etc.) lo que define a una “tecnología”? Considerando la complejidad de lo producido, en nuestros ejemplos: automóviles, teléfonos celulares y satélites, podemos apreciar que hay un fuerte componente de infraestructura de fabricación.

Para construir un automóvil, necesitamos cadenas de ensamblaje, las cuales a su vez, siguiendo el sentido de la pregunta, requieren fábricas de acero, vidrio, plástico, motores, transmisiones, sistemas de suspensión y muchas más partes y componentes. A su vez, la fabricación de componentes de un automóvil también depende de la fabricación de más partes y así sucesivamente hasta llegar a la extracción en bruto de materia prima.

Hay otro lado de la infraestructura asociada a una “tecnología” que tiende a pasar desapercibido y que consiste en otras “tecnologías” dependientes o necesarias. Para que tenga sentido usar automóviles, es necesaria la presencia de una red vial por donde éstos puedan circular. Esta red vial también es infraestructura y es parte de una “tecnología”. Paralelamente otras “tecnologías” dependen del automóvil, por ejemplo, el transporte de partes y materias primas entre las fábricas se hace a menudo a través de medios automotrices.

La tecnología automotriz es transversal a otras tecnologías; por ejemplo, algunas “tecnologías” de agricultura requieren el uso de medios automotrices; en la ocurrencia, de tractores que arrastren arados o de vehículos recolectores de cosecha.

A todas las consideraciones anteriores hay que añadir el hecho de que para muchos el automóvil es parte de nuestra vida cotidiana individual.

En el caso de las telecomunicaciones también podemos apreciar su transversalidad a otras tecnologías; la TV, los sistemas informáticos públicos y privados, por ejemplos. También la telefonía requiere de infraestructura de operación: estaciones de conmutación y de repetición, antenas, centros de ayuda, etc. Y por supuesto, la telefonía depende otras tecnologías: sistemas computacionales, electrónica, semiconductores, etc.

Con los satélites la dependencia de otras tecnologías y de su infraestructura es más patente: computación, óptica, telecomunicaciones, cohetería, relatividad, etc. Del mismo modo, las telecomunicaciones y otras tecnologías dependen de la tecnología satelital. La tecnología satelital es la más reciente y sofisticada de nuestros ejemplos, pero es también la que mayor infraestructura requiere en comparación con la escala del bien final.

Ahora retomemos la pregunta inicial y meditemos acerca de si los venezolanos, entre los cuales se encuentra este suscrito, tenemos o no esa infraestructura.

En lo que concierne el “tener” en el sentido de posesión, “tenemos” tecnología automotriz. Tenemos una red vial importante, unos cuantos sistemas que dependen del automóvil que se usan abusivamente. También fabricamos algunas partes y ensamblamos enteramente algunos automóviles. Las partes que no fabricamos las compramos allende. Así, puesto que fabricamos automóviles dentro de nuestro territorio, aunque sea parcialmente, podemos decir que tenemos la infraestructura automotriz, tanto como soporte transversal a otras tecnologías como infraestructura para fabricarlos.

Con la telefonía celular ocurre lo mismo. Conformamos uno de los países de mayor uso de telefonía celular por habitante en Latinoamérica, lo que sugiere que como apoyo transversal también tenemos esa tecnología. Igualmente, tenemos fábricas de teléfonos, especialmente celulares,

Con el satélite encontramos algunas falencias de posesión. Tenemos dos satélites en operación, estamos aprendiendo a fabricarlos, pero aún no los fabricamos. Además dependemos de otros agentes para poder lanzarlos al espacio. Por consiguiente, bajo este sentido de tenencia, si bien aún no podemos decir que poseemos la tecnología satelital, sí podríamos decir que estamos encaminados a tenerla.

Hay una observación crucial en este sentido de la tenencia de tecnología asociada a la infraestructura: tenemos la capacidad económica para adquirir la infraestructura.

Así las cosas, podríamos decir que tenemos infraestructura tecnológica y, en aquellos casos en que no, podríamos decir que tenemos el poder para adquirirla. Ahora bien, ¿significa esto realmente que tenemos tecnologías venezolanas para producir automóviles, celulares y satélites? La respuesta se nos cierne mejor si consideramos ¿qué sucedería si los agentes externos en donde se fabrica la infraestructura nos negasen su adquisición?. En ese caso, tendríamos que asegurarnos de que seamos capaces de construir y mantener autóctonamente la infraestructura; seguridad que no tenemos en los términos de nuestro presente actual.

Es evidente pues que la infraestructura, aunque esencial para la tecnología, no es suficiente per se, pero definitivamente, al igual que con el conocimiento, es una condición necesaria.

Una variante de la interpretación de tecnología como infraestructura la compone el saber usarla. Puesto que es indudable que la infraestructura no tiene valor si no se usa, está claro que el saber usarla es otra condición de necesidad, pero aún no llega hasta la suficiencia. A este tenor, ciñéndonos a nuestros tres ejemplos, y sabiendo que disponemos de fábricas operadas por personal venezolano, podemos decir que también tenemos el conocimiento de uso de la infraestructura.

Tenemos pues infraestructura y sabemos operarla, cuando observamos nuestra dependencia externa aprehendemos que esto no es suficiente para decir que tenemos la tecnología.

La infraestructura y su dominio de uso son indispensables para la tecnología, pero tanto inertes como operativas no la definen.

1.3  La metáfora del aserradero (cadena productiva)

Con el propósito de cernir la definición de tecnología que aquí plantearemos, presentaremos la llamada metáfora del aserradero, la cual esboza pictóricamente en la figura 1 y la cual muestra un “sencillo” sistema tecnológico de producción de bienes basados en la explotación maderera.


Figure 1: Una descripción pictórica de la metafora del aserradero

El sistema productivo está dividido en tres niveles. El primer nivel, representado en la zona occidental o izquierda representa un bosque con árboles de dónde se extraería la madera. Notemos que para mantener este bosque confluyen varios saberes; por ejemplos, saber sembrar los árboles, cuidarlos y talarlos oportunamente cuando sea el momento.

Toda la zona descrita en la metáfora es atravesada por un río que funge de medio de transporte. La zona en la cual se encuentra el bosque se denomina “aguas altas”, pues es la que respecto al río se encuentra en las corrientes más altas.

Los árboles talados son arrojados al río y transportados por él hasta aserraderos situados en las “aguas  medias”. El aserradero procesa los troncos y los convierte a estados intermedios, que no son bienes terminados; por ejemplo, separa la corteza, las hojas y las rolas.

Finalmente, los bienes intermedios se envían a través del río hacia las fábricas de bienes finales situados en la zona oriental o “aguas bajas”.

Esta metáfora tiene la bondad de permitir presentar varias ideas de interés en torno a un sistema tecnológico; cuestión a la cual nos abocaremos en las subsecciones subsiguientes.

1.3.1  El carácter ubicuo de la red (el río)

Para que este sencillo sistema tecnológico funcione adecuadamente es indispensable la transportación de los bienes del sistema a lo largo de todos los niveles. En los términos de la metáfora el medio -o parte- de transporte lo conforma el río. Del mismo modo, es necesario que los productos en sus distintos niveles sean transportados a las cadencias adecuadas.

Una afectación del medio de transporte, en cualquiera de los niveles altos o medios puede afectar la cadencia de producción y comprometer al sistema.

Para que el mundo tecnológico basado en esta metáfora funcione adecuadamente, a través de largas distancias, interrelacionando productivamente a desconocidos, es necesario el río. Sin él, sería mucho más difícil, quizá imposible, que agentes con distintos intereses, conocimientos e infraestructuras de producción se interrelacionasen entre sí. El río interrelaciona distintos intereses unificándolos en torno a quehaceres que especialmente se notan en las aguas más bajas, que es en dónde aparecen los bienes y consumidores finales.

En este punto es importante insistir en que sin medios como el río es imposible mantener el sistema. El río conforma pues una suerte de “red de interrelación” entre los distintos agentes productivos sin la cual no sería posible el fluido productivo a través de los niveles.

En los sistemas tecnológicos se aprecian redes de interrelación. Por ejemplos, redes de transmisión de electricidad, redes de transporte bajo la forma de sistemas ferroviarios o redes viales para el transito automotor, o redes de telefonía o INTERNET para el comercio y gobierno electrónico.

1.3.2  La dependencia entre los eslabones y niveles

Aunque una afectación sobre el transporte podría afectar a todo el sistema, también lo podría hacer la afectación de alguno de los eslabones. La magnitud de la afectación depende del nivel en dónde se sitúe la parte afectada. Si por ejemplo una fábrica en aguas bajas interrumpe sus operaciones, entonces se verán afectados los consumidores de los bienes que produzca la fábrica afectada; pero si la afectación ocurre sobre un aserradero, entonces esta afectará proporcionalmente a todas las fábricas aguas abajo. Del mismo modo, si ocurre una afectación en aguas altas, entonces se compromete todo el sistema.

Lo esencial a aprehender en este punto es que cuanto más alto se encuentre el ente productivo en las aguas, más crítico éste es en términos del impacto que podría tener sobre todo el sistema productivo.

1.3.3  El cuidado y sustentabilidad

El carácter de dependencia entre los componentes nos permite ver que para que este sistema productivo sea perdurable a través de generaciones, es necesario adecuar su producción y consumo a ritmos que no agoten o expolien los recursos en aguas altas. Esto conlleva una idea de cuidado sobre todas las partes de manera que se asegure su sustentabilidad a través del tiempo.

Hay varias consideraciones en torno al cuidado, las cuales de algún modo establecen prioridades y roles.

En primer lugar, hay que cuidar el bosque productor de la madera. Debería de sernos evidente que la destrucción del bosque acarrea una transformación radical, probablemente destructiva, de todo el sistema productivo de la metáfora. Parecido ocurre, a nivel de importancia con el río, el cual es un medio vital tanto para la sanidad del bosque como para la operación de los medios de transporte.

Aunque menos prioritarias que las aguas altas, las partes situadas en aguas medias también deben cuidarse; este cuidado se ejerce más a nivel infraestructural con la pretensión de asegurar o mejorar la calidad de los bienes intermedios.

Si bien está claro que las fábricas situadas en aguas bajas también deben cuidarse, también está claro que es en este nivel donde se aprecia mayor resiliencia, pues hay más diversidad y más posibilidad de redundancia.

Finalmente, debe estar clara la necesidad de cuidado de la red (del río). Fallas parciales y zonificadas son tolerables en la medida de su escala, pues sólo afectarían las zonas circundantes. Pero una falla completa podría colapsar el sistema.

Respecto a la red es importante plantear dos observaciones que a nuestro juicio a menudo pasan desapercibidas:

  1. Debido a que es lo que interconecta los agentes productivos, el cuidado sobre la red es esencial. En ese sentido, el cuidado debe estar orientado fortalecer la resiliencia y capacidad de relación según el sentido (transporte en su instancia más simple).
  2. La capacidad de interrelación de la red limita la capacidad productiva. Por consiguiente, cualquier voluntad por aumentar la capacidad de producción requiere evaluar el estado de la red y eventualmente considerar un aumento en su capacidad.

La importancia y prioridad del sistema de esta metáfora va desde la red (o transporte), luego las aguas altas, después las aguas medias, hasta finalmente llegar a las aguas bajas. Un plan de apropiación tecnológica debe tener en cuenta este orden. Si, por ejemplo, se instancia una fábrica en aguas bajas, entonces, aparte de tener un mercado destino asegurado, se debe contemplar el estado de los suplidores en aguas más altas. Si en la línea de este ejemplo los insumos son externos, entonces se debe tener una seguridad de provisión o un plan de sustitución local para el futuro.

1.3.4  El conocimiento

Bajo nuestra metáfora el rol del conocimiento, su enseñanza e investigación se interpreta de varias maneras.

Es necesario formar a potenciales obrantes en los distintos niveles de este sistema. Para ello se requieren procesos de enseñanza e instituciones consagradas a ese fin. Bajo este perspectiva el cocimiento puede dividirse en diversos tipos: operación, mantenimiento, reparación y fabricación, tanto de los bienes que circulan por el sistema como de sus infraestructuras.

También se requieren procesos de investigación, de generación de nuevo conocimiento, con dos pretensiones. La primera es el mejoramiento de los bienes. La segunda es el cuidado de todos los procesos vistos como partes y como un todo, cuales son dos miradas diferentes pero que no deben estar disociadas. Este tipo de investigación es muy importante, pues es la que proporcionaría mejor mirada para identificar amenazas al sistema, detectar problemas y encontrar soluciones.

1.3.5  La infraestructura

También debe estar claro que en todos los niveles se requiere infraestructura y capacidad para usarla y conservarla. De allí pues que el cuidado del sistema se extienda también a ella, pues sin ella no es posible mantener el sistema.

1.3.6  La idea de institución

Para que el sistema de nuestra metáfora sea sostenible y estable, deben existir instituciones en todos los niveles que se dediquen a las tareas inherentes a su nivel. Nos referimos a instituciones desde la perspectiva social; es decir, especies de organizaciones y gobiernos entre las comunidades de obrantes que garanticen y regulen comportamientos individuales acordes al bien del sistema.

Lo anterior lo vemos en las distintas partes de la metáfora. Hablaríamos de distintas instituciones. Sin embargo, todo el sistema como tal puede interpretarse como una sola institución.

Notemos que sin este carácter de institución, sea explícito bajo la forma de una organización jurídica en nuestros cánones sociales, o implícito bajo un conjunto de conductas homogéneas, no es posible asegurar la estabilidad del sistema objeto de nuestra metáfora.

1.3.7  La conciencia dentro del sistema

Pensemos en un obrante en alguna parte de nuestro sistema aserradero y reflexionemos acerca del conocimiento que él pueda tener sobre todo el sistema. Llamemos “conciencia del sistema” a esta suerte de conocimiento.

Supongamos por ejemplo un leñador. Si la institución está acorde con la totalidad del sistema, entonces podríamos esperar de él una conducta equilibrada respecto a su oficio que no ponga en peligro todo el sistema. Sin embargo, al tener nuestro leñador focalizada su conciencia en lo local, él tendría restringida su conciencia respecto a eventos que ocurran aguas más abajo. Consecuentemente, ante eventos imprevistos, le sería más difícil tomar decisiones inherentes a su oficio que tomasen en cuenta tales imprevistos. Por ejemplo, supongamos que el aserradero sufre un problema que causa su paralización. Ante este suceso, a efectos de mitigar la congestión en aguas medias, en el ínterin en que se solventa el problema, lo mejor que podría hacer el leñador es ralentizar o detener el ritmo conque corta los árboles. Ahora bien, para que nuestro leñador hipotético entienda y conciencie el que se le informe la falla y se le solicite la ralentización, él debe tener conciencia de la totalidad del sistema. Sin esta conciencia, nuestro leñador sería menos propenso a cooperar conscientemente.

Por el hecho de encontrarse a la vez como recibidor y productor, los agentes que se encuentren en aguas medias tienen mejores posibilidades de aprehender la conciencia global del sistema.

En aguas bajas la conciencia esta más limitada. Para comprender el porqué debemos aclarar que en este nivel hay dos perspectivas. La primera de ellas es la de un obrante que tenga conciencia de una de sus fábricas. Como receptor de bienes intermedios procedentes del aserradero y productor de un bien terminal, este agente podría tener una perspectiva equiparable a la de uno en aguas intermedias, pero esto depende que cuán tanto tenga en cuenta que hay otros bienes terminales.

La segunda perspectiva es la más delicada, pues representa al individuo que es mero consumidor de bienes acabados. Notemos que este es el individuo con menor capacidad de aprensión de la totalidad entre los que conforman nuestro sistema hipotético. De hecho, podría suceder que esté completamente desinformado de todo lo que acontece aguas arriba. Peor aún, podría suceder que este individuo no esté supeditado por ninguna de las instituciones que conforman el aserradero, o inclusive no tener clara la existencia de instituciones más cercanas aguas abajo.

Quizá la clase de consciencia menos evidente es la de la red; en los términos de nuestra metáfora sería la consciencia acerca la existencia e importancia esencial del río.

Hay dos observaciones adicionales que juzgamos importantes a captar aquí. La primera es que cuanto más largo y ancho es este sistema metafórico, más difícil es aprehender la conciencia global. La segunda, no menos importante, es que es desde la perspectiva del consumidor final, quién mayoritariamente consume los productos manufacturados en aguas bajas, en donde más se dificulta la mirada global sobre el sistema.

1.3.8  La idea de propiedad

Según la metáfora planteada, ¿cuáles condiciones deberíamos cumplir para decir que el sistema del aserradero sea nuestro?. En la medida en que podamos decir que es nuestro, mejor podemos decir que ejercemos soberanía. Para entender la soberanía debemos mirar el asunto desde dos cualidades: la autoctonía y la autonomía.

Por autoctonía entendemos que el objeto de lo autóctono sea originario de nuestra cultura.

Por autonomía entendemos que sea dentro de la cultura en la cual se circunscriba el sistema desde dónde se ejerzan las decisiones de su gobierno.

Notemos que estas dos cualidades están interrelacionadas y bajo algunas ópticas podrían considerarse dos facetas de la misma cosa. Es más difícil gobernar lo que no se posee y es más difícil poseer lo que no se gobierna.

Hay varias aristas para dar cuenta a la pregunta inicial.

Evidentemente, un modo esencial de posesión es el territorial sobre el sistema. Desde este ángulo, cuánto más poseamos territorialmente distintas partes en los distintos niveles de aguas más autóctonos somos. Si por ejemplo el aserradero se encontrase en otra latitud, probablemente ello significaría mayores costes de transporte y la mayor dependencia de lo externo, lo cual por supuesto es el nivel en dónde se daría la mayor pérdida de autoctonía y autonomía.

La autoctonía también atañe a que la fabricación de la infraestructura y sus usos sean originarios de la cultura. En todos sus niveles.

En este estadio del discurso debe ser claro entender que cualquier idea de posesión sobre un sistema tecnológico pasa por la posesión de la red que interrelaciona a los agentes productivos a través de todos sus niveles. Sin plena posesión del medio de interrelación es más difícil hablar de autonomía y autoctonía.

Para poder ejercer autonomía se requiere comprensión del sistema, lo cual está relacionado con la conciencia que mencionamos en § 1.3.7. A su vez, esta conciencia requiere de la presencia de una red de instituciones que preserven los saberes involucrados. Del mismo modo, para que autonómicamente se identifiquen amenazas y/o se ejerza defensa o preservación ante contingencias, se requiere que estas instituciones tengan capacidad de investigación.

1.4  ¿Qué es la tecnología?

En este estadio del discurso, aclaradas las principales confusiones y discutida la metáfora del aserradero, estamos listos para enunciar una definición de tecnología más apropiada al propósito de este opúsculo.

La tecnología es la supra-institución que organiza a las personas en torno a otras instituciones de producción necesaria para nuestro modo de vida (según sea la cultura).

Bajo esta definición y amparados por la metáfora del aserradero, podemos ver a la tecnología como una red de relaciones productivas entre distintas instituciones de producción de bienes y servicios. Una representación pictórica y objetiva sería como en la figura 2; es decir, como un grafo con nodos que representan los productores (las elipses) y arcos dirigidos (las líneas con flecha) que representan las relaciones entre los productores a través de las cuales circulan bienes y servicios.


Figure 2: La representación de la tecnología como una red de agentes productivos

Hay un paralelo entre esta representación y la metáfora del aserradero. Los nodos sin arcos de entrada, situados lo más izquierda de la figura, representan nodos en la aguas más altas; es decir, extracción de materia prima. Los nodos terminales, situados lo más a la derecha y sin arcos de salida, representan los productores en las aguas más bajas. Los nodos restantes se encuentran entre las aguas medias, siendo su cualidad de intermedio función de su cercanía con las aguas altas y bajas.

Los arcos en el grafo representan las relaciones entre agentes productores. Ahora bien, al igual que como ocurre en los sistemas tecnológicos reales, en esta representación pictórica debe prestarse especial cuidado al hecho de no perder de vista al río, o sea, el medio de interrelación entre los productores.

Aparte de ser sumamente compleja y vasta como supra-institución, la tecnología vista de esta manera plantea otro ámbito de prioridades según las incidencias que tengan en nuestras vidas: alimentación, transporte, mantenimiento del nivel de vida (salud, ropa, servicios básicos, etc), gobierno, educación, etc. Por simplicidad, podríamos considerar redes productivas separadas por cada rubro (aunque en muchos casos eso no sea estrictamente correcto).

Considerando nuestro modo de vida y la circunstancia geopolítica mundial, la tecnología como supra-institución tiene carácter planetario. En cierta forma, por más autenticidad que una cultura quiera proclamar, ésta está sometida al canon tecnológico que imparte esta supra-institución.

Siendo pues la tecnología una supra-institución planetaria, resulta pues muy difícil que una cultura asociada a una nación posea soberanía absoluta sobre ella. Más bien podría decirse que de cierta manera es la tecnología la que ejerce soberanía sobre las culturas. Empero, a pesar de esto, es deseable y realizable que una cultura ejerza soberanía tecnológica en los rubros básicos asociados a las necesidades de vida fundamentales, especialmente la alimentación y el mantenimiento de los servicios básicos de vida: salud, educación, electricidad, agua, telefonía, manejo de desechos, etc, así como en el establecimiento y mantenimiento de las redes de interrelación entre los productores.

La soberanía sobre la tecnología es pues la soberanía sobre nuestro modo de vida. Visto así, es propicio el momento para observar, sin profundizar, pues escapa del ámbito de este escrito, que esto pasa por una valoración profunda que medite acerca de cuán bueno es vivir bajo el canon de la tecnología.

1.5  Tipos de fuerzas en juego

Bajo la idea de que la tecnología de un país o cultura puede interpretarse como una supra-institución, podemos interrogarnos por la estabilidad de la tecnología como institución. En este sentido, basándonos en las reflexiones de Fuenmayor [Fue00], las instituciones viven sometidas a distintos tipos de fuerzas. Por una parte, hay fuerzas perpetuadoras, es decir, que operan para preservar la institución. Por otra, tenemos fuerzas transformadoras, o sea, que operan para transformar, bien sea con sentido de mejora o de destrucción.

Como institución, en el seno de la tecnología, pero más especialmente en el de sus subinstituciones, se plantean costumbres, normas de comportamiento, reglas de gobierno, órdenes sociales y, no puede faltar, juegos de poder que varían desde lo individual hasta grupos de variadas escalas. Estos rasgos pueden ser perpetuadores o transformadores.

Puesto que la tecnología es una supra-institución mundial, el ámbito de sus juegos sociales tiene rasgos geopolíticos, los cuales, según la criticidad con las relaciones de dependencias productivas puede adquirir visos de asuntos de poder geopolítico. Aquí las índoles de las fuerzas también pueden ser perpetuadoras o transformadoras.

En virtud de lo anterior nos conviene dividir las fuerzas que operan sobre la tecnología en dos tipos: internas y externas. Las internas son las que emergen desde y operan dentro de la nación. Dado que hablamos de tecnología como institución, a lo interno estas fuerzas se presentan de dos modos: acciones desde subinstituciones y actitudes culturales.

Las fuerzas externas son las que provienen desde ámbitos externos a la nación y se ven sobre todo como acciones. En este tipo encajan las fuerzas geopolíticas provenientes desde otras culturas y las fuerzas ambientales2.

Hay un ámbito de fuerza en juego que se nos develará más en la siguiente subsección: la posesión de la red de interrelación, su tipo y su capacidad.

1.6  La red de interrelación como supraestructura

Los sistemas tecnológicos exhiben redes de interrelación en diversos ámbitos, especialmente los de transporte, comunicación e información. Para aprehender fácilmente por qué, son convenientes algunas reseñas históricas vinculadas a lo que hoy asociamos con la tecnología moderna.

Históricamente Inglaterra es considerado el primer país del planeta en haberse industrializado. No es casualidad que para esa época -siglo XVIII- Inglaterra ya tuviese consolidadas una red de transporte interna y la red marítima más grande del planeta. Inglaterra fue la cultura emblema de la revolución industrial. A ese respecto, tampoco parece casualidad que para sus tiempos más fervorosos -siglo XIX- esta cultura ya poseía una extensa red ferroviaria, creada y mantenida autóctonamente, o sea, con tecnología propia. Es propicio resaltar que para aquellas épocas Inglaterra ya tenía, aunque elitescas, redes de enseñanza, divulgación e investigación académica, lo cual cobra importancia cuando consideramos que mucho de la revolución industrial se debió a los avances científicos aplicados a la ingenierías.

La industrialización de la otrora Unión Soviética fue precedida por la construcción y consolidación de sus redes de transporte, comunicación y electrificación. Paralelo a ello esta cultura también se preocupó por construir una red académica de generación y apropiación de conocimiento.

Para la fechas de los acuerdos de Breton Woods, la estrategia de EEUU, quién para ese entonces conformaba la cultura más productora del planeta, consistió en asegurar una red comercial por todo el planeta que le asegurase oferentes de materias primas para sus manufacturas y mercados para sus ventas. Paralelamente durante los años posteriores a estos acuerdos EEUU se aseguró de contar -y aún se asegura- con un flujo intelectual inmigratorio de apoyo a su academia.

La mayoría de las culturas que hoy en día son consideradas “desarrolladas”, especialmente las más recientes, por ejemplo Corea del Sur, han tenido como común la apropiación inicial de sus redes de interrelación local y su inserción en las redes mundiales, así como también el tejido de una red académica.

Hoy en día, a pesar del crecimiento económico de muchas culturas, y del desplazamiento de EEUU como la cultura más manufacturera del planeta, muy pocos dudan de su “superioridad tecnológica” y comercial. Actualmente, las redes vinculadas a las tecnologías de información son transversales a todos los ámbitos de la vida, educación, cultura, investigación, producción industrial, etc. Resulta pues bastante notable la vanguardia de EEUU en instituciones vinculadas a las tecnologías de información. Y cuando en retrospectiva miramos la historia de las instituciones estadounidenses en informática, nos percatarnos de que esta cultura fue la que más invirtió en investigación y emprendimiento en tecnologías informáticas. Sin pretensión valorativa, nuestro modo de vida actual se sustenta en un cambio estructural, propiciado por la aparición desde las ciencias computacionales de una nueva red, que acaeció entre finales de los 80 y principios de los 90.

Así las cosas, vemos que al crearse un nuevo tipo de red aparece una nueva fuerza que muchas veces motoriza un cambio estructural y que conforma una variable esencial en los juegos geopolíticos de poder.

La red de interrelación (el río) entre los agentes productores conforma pues una supraestructura de la cual ellos dependen. Una afectación en esta red acarrea un cambio estructural en el sistema productivo y por tanto en el sistema tecnológico. Para entender fácilmente el porqué de la afectación estructural, simplemente remitámosnos a la metáfora del aserradero y contemplemos las modificaciones que sobre el sistema podría acarrear una alteración en la naturaleza del río. Por ejemplo, si el cauce cambia entonces se tendría que afectar la localización del aserradero. Análogamente, cambios en el caudal podrían implicar cambios en las cadencias de las interrelaciones. Como caso extremo consideremos una transformación radical sobre el río, por ejemplo, que éste se seque completamente. En este caso, el sistema se transformaría completamente y quizá dejase de existir.

De cierta forma los cambios tecnológicos son cambios en la capacidad de la red, el grado de posesión, pero más especialmente, en la aparición de una nueva clase de red.

1.7  El camino hacia una soberanía tecnológica

Bajo el contexto de la interpretación de la tecnología como una suprainstitución, planteémonos de nuevo la idea de soberanía. Así, en los términos objetivos de una red de producción, la soberanía sería función de:

Faceta autóctona:
la posesión territorial y el dominio sobre la fabricación y uso de los nodos de producción, desde las aguas altas hasta las más bajas, en los ámbitos esenciales para nuestro modo de vida.

Cuanta mayor posesión de eslabones se posea en las cadenas productivas, mayor independencia se tendría y, por consiguiente, mayor soberanía.

Faceta autónoma:
la capacidad de gobierno y control ante las distintas fuerzas que operan, transformadoras y perpetuadoras, internas y externas, sobre las cadenas productivas.
Faceta estructural:
la posesión de la red de interrelación (autoctonía) entre los agentes productores (el río). En esta faceta, cuenta como posesión el grado de control y gobierno (autonomía) que se tenga sobre la red y su capacidad.

Dado el carácter planetario de la tecnología, esta faceta contempla el grado de interconexión con otras redes infraestructurales planetarias. Consideremos como ejemplo el poder que tenga una nación sobre su marina mercante.

Bajo estas consideraciones, un plan de apropiación tecnológica o de mantenimiento de su soberanía debería priorizar según los siguientes lineamientos principales:

  1. Siendo la red de interrelación la supraestructura sobre las cual se sustenta el sistema tecnológico, una cultura debe garantizar en la medida posible la apropiación de la red de interrelación en que operan su principales rubros.

    Del mismo modo, si algún rubro productivo no existente, o débil, se revela prioritario para una cultura, entonces ella misma debe asegurar la mayor apropiación posible de la red de interrelación en la que desenvuelva el rubro en cuestión.

  2. El Sentido de importancia de apropiación y posesión sobre los nodos productivos va desde las aguas más altas hacia la más bajas. A este tenor, los nodos en las aguas altas son más prioritarios que los de las medias y éstos últimos más prioritarios que los de las bajas.

    La razón de esta priorización se explica por la independencia. Los nodos en las aguas más altas son los menos dependientes, no sólo de otros eslabones productivos, sino de fuerzas externas.

  3. Los rubros de cultivo tecnológico se priorizan por su importancia para el modo de vida de la cultura.

    El sentido de priorizar por rubros es la preservación de la cultura según sus cánones, los cuales no necesariamente tienen que se universales, sino que podrían ser muy específicos y distintos a los de otras culturas.

    Una cultura que no sea capaz por sí misma de producir sus rubros esenciales para su vida (alimentación y servicios básicos) está más fácilmente a la merced de fuerzas destructivas, tanto internas como externas.

Transversal a estos lineamientos se debe prestar especial atención a dos aspectos de cuidado del acervo tecnológico.

1.7.1  El rol de gobierno en la tecnología

Siendo la tecnología esa suprainstitución que para bien o mal domina nuestro modo de vida, rige nuestra producción y por consiguiente nuestros quehaceres económicos, debe sernos claro que el gobierno de una cultura se relaciona con el gobierno de la tecnología.

Desde nuestra representación de la tecnología como una red productiva nos aparecen como intereses de gobierno la apropiación cultural de los nodos productivos en sus distintos niveles y sus redes de interrelación.

Así, desglosamos dos modos de gobierno. El primero lo constituye el forjado explícito de actitudes culturales. En este aspecto, ceñido al canon republicano tradicional, el principal medio es la elaboración y propugnación de leyes tendientes al cuidado tecnológico.

El segundo modo lo conforma el conjunto de lineamientos y acciones económicas. Puesto que el asunto económico está fuera del ámbito de este discurso, mencionaremos los aspectos principales que deben mirarse cuando se emprenden políticas económicas orientadas hacia la apropiación tecnológica.

Las acciones y efectos de gobierno sobre los nodos en aguas bajas son más inmediatamente perceptibles por la mayoría de la población, la cual casi siempre funge de cliente. Debido a su dependencia aguas arriba, en estas aguas es más reducido el margen productivo. Nótese que en el fondo, si se desea aumentar la satisfacción aguas abajo, entonces probablemente sea necesario aumentar la producción en aguas medias y así recurrentemente aguas arriba. Como muchas veces la mayoría de los consumidores en una cultura se sitúan en las aguas más bajas, podría haber una propensión política hacia las aguas bajas en desdén de las de arriba, pues se satisface más inmediatamente, pero más efímeramente, a los consumidores.

Otro peligro de sólo mirar las aguas bajas es la exacerbación del consumismo, clientelismo y de pérdida de perspectiva del sistema tecnológico global, máxime si también se descuida la red de interrelación.

Hay muchas cosas que un gobierno debe velar cuando emprende un plan de apropiación tecnológica. Pero una de las más importantes es asegurarse de que la producción fluya sin desvío, a través de los distintos niveles productivos autóctonos, hasta que finalmente llegue a los consumidores finales. Un gobierno que en pos del bienestar de su cultura favorezca a su empresariado y les dé todas las facilidades y privilegios, tiene que asegurarse de que los cauces productivos fluyan endógenamente; es decir, a través de sus redes de interrelación y hacia nodos o consumidores finales de su propia cultura. A veces, por falta de estructura (red) o por estrategia esto no es posible o deseable. Estos casos de exportaciones, aún las exclusivas en el sentido de que sus manufacturas no sean consumidas localmente, no tienen por qué condenarse, siempre y cuando sus cauces de retorno de inversión se destinen a nodos dentro del sistema productivo.

1.7.2  El rol de la enseñanza e investigación

En § 1.1 señalamos que si bien el conocimiento no es la tecnología sí le es una parte esencial. Aunque muchas veces se confunde a la tecnología con el conocimiento, otras veces se descuida, e inclusive se desprecia, la necesidad de instituciones consagradas al cultivo del conocimiento y la investigación. La presencia de estas instituciones en una cultura es más importante que la infraestructura, pues son ellas las que permiten crear y mantener las instituciones de producción, ergo de la tecnología. Debe pues prestarse especial atención al cultivo y cuidado del acervo tecnológico a través de la investigación y enseñanza y sin distingo del ámbito de conocimiento.

Aquí consideramos tres niveles. En primer lugar la investigación con pretensión de mantenimiento o mejora, por ejemplo, para hacer más eficiente un proceso tecnológico o para la creación de uno nuevo. En segundo lugar, quizá mucho más importante y esencial, la investigación con pretensión de cuidado. Esto último consiste en averiguar cuáles son las potenciales fuerzas, internas y externas, perpetuadoras y transformadoras, que intervendrían en los nodos productivos, así como la manera en que se podría lidiar con las fuerzas en juego. Finalmente, un tercer y esencial nivel es prospectivo y consiste en identificar las fuerzas estructurales que podrían afectar el sistema, especialmente en la red de interrelación.

Puesto que en el conocimiento es esencial su institucionalización y preservación, no conviene restringir los temas y modos de investigación. Por supuesto, esto no impide que se establezcan estímulos a ciertas áreas en función de los nodos productivos o, más importante, el cuidado o creación de redes de interrelación vinculadas al conocimiento mismo, por ejemplo, la red Wikipedia, cuyos usos y beneficios, al margen de las críticas, nos parecen evidentes.

Históricamente la institución destinada al cultivo y cuidado de la cultura, y por consiguiente en este caso de la tecnología, es la Universidad o Academia. Señalado esto, es menester observar que en estos tiempos la Academia se asocia más a la investigación con pretensión de mejora local, especialmente la eficiencia y ganancia económica en algún rubro o nodo, que al cuidado general del sistema productivo, lo cual tiene mucha mayor prioridad.

1.7.3  La relación entre la tecnologia, la economía y la política

Con las consideraciones anteriores podemos enunciar con menos riesgo de incomprensión una tríada relacional.

En primer lugar, hay una estrecha relación entre la economía y la tecnología, especialmente cuando se pretende forjar esta última. Consecuentemente, un problema de apropiación tecnológica es un problema de economía.

En segundo lugar, puesto que se trata de un problema económico dentro de una suprainstitución (la tecnología) que de manera ubicua domina nuestros modos de vida, la tecnología es, nos guste o no, un problema político.

Finalmente, y esto es quizá lo más polémico de mirar o aceptar, la tecnología supedita a la política. Como ayuda para la aprensión, notemos que el grado de apropiación de la tecnología proporciona capacidad productiva y poder de coacción sobre otros sistemas productivos.

2  Tecnología en Venezuela

Al margen de sus resultados actuales, cuando examinamos las políticas económicas venezolanas encontramos que ellas han sido empleadas exitosamente en otras culturas para engendrar producción y tecnología. Así, con el propósito de brindarle sustento al argumento, las reseñaremos sucintamente.

2.1  Resumen de las políticas venezolanas que pueden considerarse orientadas al desarrollo

Quizá el mayor peligro para las economías en desarrollo sea la volatilidad de los capitales de inversión extrajera y la fuga de los capitales nacionales. Para mitigar este peligro, el gobierno venezolano impuso restricciones a la convertibilidad de su moneda a través de un control cambiario de sus divisas. Este tipo de control se ha aplicado temporalmente en muchas latitudes, incluidas algunas economías de los hoy llamado países desarrollados. Debe tener un carácter temporal porque a largo plazo termina desestimulando a la inversión extranjera, lo cual podría haber ocurrido en el caso venezolano.

Sin embargo, a pesar del control cambiario Venezuela ha tenido considerable inversión extranjera. Si bien una gran parte ha sido en el sector petrolero, también lo ha sido en otros rubros involucrados a la tecnología; por ejemplo, en las telecomunicaciones, infraestructura para la agricultura y algunas nuevas fábricas en distintos niveles productivos.

En el sector educativo se han hecho cuantiosas inversiones en todos los niveles: primaria, secundaria y universitaria, hasta el punto que hoy en día Venezuela es uno de los países con mayor matrícula universitaria.

El conocimiento libre y abierto ha tenido una muy fuerte promoción. El uso de software libre en la administración pública es nominalmente obligatorio.

El gobierno ha demostrado un fuerte poder intervencionista. Esto es importante de destacar porque, de ser justos y de encontrarse sustitutos de emprendimiento apropiados, se podrían intervenir rápida y efectivamente los nodos productivos que sean ineficientes. En realidad esto ha sucedido con empresas consideradas improductivas o especulativas, en diversos sectores, a tal punto que se han efectuado expropiaciones en los sectores agropecuario, alimentario y construcción civil. Lamentablemente, a juzgar por la escasez subsecuente en los sectores asociados a las empresas expropiadas, parece que el gobierno no ha sabido encontrar gerencias sustitutas efectivas.

Finalmente, el gobierno ha promovido abiertamente un discurso de soberanía e independencia. Lo que cuando menos sugiere, aunque no demuestra, una voluntad por ganarlas.

Políticas de estos estilos han sido aplicadas con éxito en Corea del Sur, el Japón de la era Menji, la China comunista, la otrora Unión Soviética, la India y Brasil.

Paralelo a las políticas anteriores, Venezuela ha recibido en la última década una gran cantidad de ingresos de capital resultantes de la renta petrolera. Puede decirse sin riesgo de equívoco que no ha faltado capital de inversión para la apropiación tecnológica.

Ahora bien, a la fecha de redacción de este escrito, está claro que Venezuela padece graves problemas económicos y productivos, por consiguiente, políticos, y por consiguiente, tecnológicos.

Una crítica sobre las eventuales incompetencias, errores del gobierno y fuerzas internas y externas que en el campo económico han operado en contra de Venezuela está fuera del ámbito de este escrito. Nuestro interés en señalar brevemente las políticas económicas es mostrar que Venezuela ha dispuesto de herramientas que algunos han señalado como necesarias para la apropiación tecnológica [AY00]. Surge pues preguntarse ¿qué es lo que la dirigencia tecnopolítica venezolana no ha sabido comprender como para que, con los recursos suficientes y la aplicación de políticas exitosas allende, no haya logrado avances en la apropiación de su soberanía tecnológica?

En lo que sigue de esta sección, propondremos y discutiremos un diagnostico muy breve y general del estado de la tecnología en Venezuela con base a la definición de tecnología planteada en la sección anterior. La intención es facilitar un contexto referencial, perfectamente refutable, que facilite futuras discusiones. No debe considerarse como un diagnostico certero y consumado, sino como una propuesta que intenta dar cuenta del problema.

2.2  Panorama general

El panorama general de la tecnología en Venezuela puede resumirse en una expresión: “fragmentación tecnológica”. La figura 3 muestra una representación pictórica, con base a la figura 2, del estado de la tecnología venezolana vista como una red. Por fragmentación entendemos la imposibilidad de aprehender el sistema como unidad nacional, así como la incapacidad cultural para proyectarse en la totalidad de un sistema tecnológico planetario.


Figure 3: La representación de la fragmentación tecnológica venezolana

2.2.1  Los niveles

En resumen, en prácticamente todos sus rubros críticos, o sea, aquellos que son esenciales para el modo de vida, la red productiva venezolana posee muy pocos nodos respecto a la red tecnológica global inherente a cada rubro.

Mencionaremos los rubros productivos que nos parecen que son de mayor interés.

Hay unos pocos nodos en aguas altas que corresponden a la extracción de materia prima mineral; hierro y aluminio, por ejemplos. Salvo en el sector de la construcción civil, el mercado de estas materias primas es externo.

En el nivel de aguas altas también se tienen importantes y suficientes recursos agropecuarios como para ser completamente soberanos, pero sobre estos valiosos recursos no existen suficientes nodos productivos en aguas altas ni una red productiva aguas abajo que sea suficiente para garantizar el autoabastecimiento.

En el sector de la salud la red productiva es prácticamente inexistente, lo cual se traduce en una completa dependencia de importaciones en insumos médicos y farmacológicos. Podría decirse que, parecida a la situación de Irak luego de la primera guerra del golfo, en Venezuela aumentaría considerablemente la tasa de mortalidad si súbitamente fuesen interrumpidas aquellas importaciones.

No podemos dejar de mencionar un nodo muy peculiar y crítico conformado por la extracción de petróleo. Se trata de un nodo en las aguas más altas que conforma el principal insumo energético de la tecnología misma; es decir, de la red productiva mundial. En este rubro la red productiva también está fragmentada y se hace notable la dependencia absoluta de insumos y tecnologías externas.

En aguas medias existen algunas industrias, las cuales aunque están sectorizadas territorialmente, no se circunscriben dentro de una red productiva completa, pues la mayoría de ellas dependen de insumos importados. Parecería que la mayor parte de estos nodos están orientados a proveer algunos insumos para los servicios básicos. Aquí se nos presenta una observación de mucho interés: con todas las críticas, válidas o no, Venezuela, así como la mayoría de países latinoamericanos, en contraste con otras culturas, especialmente algunas africanas, dispone de instituciones con cierta estabilidad para brindar los servicios básicos. Esto es importante de destacar porque denota capacidad cultural para forjar instituciones y mantenerlas.

Respecto a las aguas más bajas, cual podría decirse compone a la mayoría de la industria venezolana, su gran mayoría depende de insumos importados.

La mayor parte de bienes finales de sofisticación tecnológica, por ejemplo los del mundo de la electrónica, son de manufactura foránea. El gobierno actual ha fomentado el ensamblaje local de algunos de estos bienes, pero sin plan visible de apropiación de la cadena de dependencias. Ejemplos de esto lo conforman los celulares, computadores, decodificadores de TV digital y automóviles ensamblados localmente. Sin embargo, de no ser por la presencia de un mercado local que los consuma, estos rubros fungirían de maquilas tecnológicas.

Menester recordar, como lo observamos en § 1.7.1, que la mayoría de lo bienes producidos en aguas bajas están orientados al consumo individual y no público. Consecuentemente, si sólo se estimula la producción en este nivel, entonces aumentan las probabilidades de aumentar el consumismo, clientelismo y las importaciones, así como se restringe la capacidad cultural de mirada sobre la tecnología. Los clientes y consumidores tienden a sólo ver, y parcialmente, el contexto de aguas bajas. En rigor a los hechos, hay que conceder que a nivel de la moral política, los logros en aguas bajas pueden conformar suertes de “victorias tempranas”.

2.2.2  La red de interrelación

Si ya de por sí el estímulo a la producción en aguas bajas conlleva riesgos respecto al consumismo, el descuido en las redes de interrelación lo exacerba. Por otro lado, las degradaciones en las redes de interrelación aumenta severamente la fragmentación tecnológica. Para entender esto es menester examinar las principales y más obvias redes de interrelación.

La primera y más tradicional red de transporte de insumos es la terrestre, bien sea a través una red ferroviaria o mediante el transporte automotriz pesado en una red vial.

A pesar de que se han emprendido proyectos modestos, en Venezuela aún no existe una red ferroviaria. Lo que sí existe es una buena red vial. A esto se aúna el hecho de que los costes por combustible (gasolina) son bajísimos, del orden de los US $ 0.14 por litro. Por tanto, de entrada, Venezuela debería tener costes de transporte nominalmente bajos.

Una de las políticas del gobierno actual ha consistido en estimular adquisiciones de vehículos automotores de uso individual. En el período de 1991 hasta 1998, antes del gobierno actual, se vendieron en total 886,286 unidades, lo que resulta en un promedio anual de 110,786. En cambio, durante el gobierno actual, durante el período 1999 hasta 2008 se vendieron 2,487,874 unidades, lo que resulta en un promedio anual de 248,787, o sea más del doble [Ram11].

Ahora bien, uno de los efectos de este incremento en ventas de automóviles ha sido un notable aumento en el tráfico vial, tanto en el citadino como en el vial nacional. Este aumento ha conllevado a una disminución de prestación tanto de los servicios de transporte público citadino como de la red nacional vial de transporte de mercancía. Como resultado, las vías colapsan, los costes de transporte aumentan y la calidad de vida citadina se perjudica al incrementarse el tráfico urbano y la contaminación ambiental.

Vemos pues en este ámbito un indicio de los efectos que puede causar el aumento de producción en aguas bajas sin contemplar las aguas superiores y las prestaciones de las redes de interrelación.

Otra red de interrelación de interés la constituye la generación, transmisión y distribución de electricidad. Siendo la tecnología consumidora de energía, debería pues de esperarse que un aumento de la producción conlleve un aumento de la necesidad de potencia eléctrica. En añadidura el costo del kilovatio/hora de electricidad venezolano es de aproximadamente en 3,1 centavos de dólar, uno de los más baratos del mundo.

Debido a fuertes estímulos para la adquisición de bienes finales de uso individual, especialmente electrodomésticos, aires acondicionados, etc., la demanda de electricidad ha aumentado considerablemente. Notemos que esta demanda no está propiciada por un aumento de la producción sino por un aumento del consumo individual. Este incremento acarreó una disminución de la reserva mínima nacional e hizo al país vulnerable a fallas normales de depreciación y a las resultantes de variaciones ambientales naturales (sequía, lluvias, etc.). Como consecuencia, los racionamientos y cortes eléctricos inesperados han aumentado drásticamente, con consecuencias que deparan en intermitencias de funcionamiento en las instituciones públicas y privadas.

De nuevo, encontramos otro indicio de los efectos que puede tener el escalar la producción aguas abajo sin mirar a las aguas altas y a la red de interrelación.

Hay más casos de estas políticas de estímulos productivos en aguas bajas, verbigracia la telefonía e INTERNET, con derroteros parecidos, pero cuya discusión por razones de espacio debemos omitir.

2.2.3  El conocimiento

En lo que concierne al conocimiento, encontramos una serie de modos explícitos propugnados por el gobierno actual. Concretamente, la promulgación del decreto 3390 sobre uso del software libre en la administración pública y más recientemente la ley de infogobierno. Estas políticas son importantes porque estipulan que el conocimiento sea libre y abierto, es decir, que su apropiación no esté restringida por poderes económicos privados. También estimulan y facilitan proyectos nacionales de infogobierno y otros aspectos relacionados con la identidad venezolana. Recientemente, aunque no deja de ser una imitación cultural, se aprobó la emisión en el país de licencias “Creative Commons”. Consideremos positivo a este conjunto de modos porque forja actitudes que se oponen a fuerzas privatizadoras del conocimiento, tanto provenientes desde lo interno, como muy especialmente desde lo externo.

Cuando vemos a la Universidad no encontramos cambios significativos para el forjado de una identidad tecnológica. En lo que respecta a la enseñanza, las Universidades han tendido a interpretarse como suplidoras de personal calificado, lo cual, si bien es importante y puede ser consecuente de la formación universitaria, no es parte misma de su fin cultural. El gobierno actual ha promovido la creación de nuevas universidades, pero con el afán de masificar la enseñanza superior, sin énfasis en que éstas produzcan conocimiento. A pesar de esto, es deber destacar que esto ha permitido que una parte importante de la juventud venezolana se encuentre en estudios.

Al mirar la investigación encontramos que la situación es patética. Más o menos desde los años 80 del siglo pasado, la investigación en la Universidad venezolana devino en su mayoría maquilar; es decir, que el conocimiento generado era pertinente para problemas y demandas allende. En ausencia de proyectos y agendas nacionales con identidad venezolana, las políticas y acciones del gobierno actual no han logrado transformar esta situación. Bajo el rótulo de “agenda” o “proyecto” se han licitado reparticiones económicas para apoyar la investigación e innovación; sin embargo, al adolecer de falta de objetivos concretos y tangibles, así como de cronogramas y obligaciones productivas específicas, estas agendas han deparado en meras reparticiones de recursos, para cuya adjudicación en muchos casos ha mediado el cabildeo. Gran parte de esta problemática se explica por la ausencia de una identidad tecnológica venezolana.

Los centros de investigación de muy alto nivel han mermado su producción, probablemente debido a dos factores. Por una parte, el gobierno les ha restringido sus líneas de investigación al interpretarlos como meros solucionadores de problemas sin contemplar mecanismos o estímulos de inserción en el sistema productivo. Por otra parte, algunas instituciones de investigación, particularmente algunas pertenecientes a las universidades autónomas, han devenido agentes proselitistas al servicio de intereses de partidos políticos.

La Universidad venezolana como centro de cultivo y preservación de la cultura es muy reducida.

2.2.4  El contexto mundial

De las reflexiones de la sección anterior debe estar claro que en Venezuela no existe la tecnología como institución, lo cual es explicable dada su historia y circunstancia geopolítica como suplidor de petróleo de la industria planetaria. No obstante, especialmente cuando notamos las apelaciones a la soberanía tecnológica, esperaríamos un plan de apropiación e indicios de incorporación al sistema productivo planetario.

Prácticamente los únicos indicios de conexión exterior lo constituyen las exportaciones petroleras. A este tenor, uno de los pocos síntomas de claridad tecnopolítica los encarnó el presidente Chávez en su afán por establecer una red, con varios anillos, de abastecimiento petrolero. En el primer anillo se establecieron convenios de venta preferencial a países de Latinoamérica y del Caribe. El segundo anillo lo constituye la adhesión de Venezuela al MERCOSUR y su pretensión de serle su principal abastecedor de petróleo. Finalmente, en el tercer anillo, a nivel de grandes volúmenes de ventas, se diversificaron los compradores al mercado asiático en donde se realizaron ventas a futuro a cambio de préstamos y conocimiento tecnológico, especialmente con China, quién ha instaurado diversas fábricas, la gran mayoría en aguas altas. Estas estrategias depararon en un aumento del poder geopolítico, lo cual es una cualidad de interés para la defensa ante fuerzas externas.

Si miramos la tecnología desde el contexto planetario, Venezuela se tendería a ver sólo desde los extremos de las cadenas productivas. El primer extremo conforma un nodo aguas altas, muy especial y esencial para la tecnología mundial, desde el cuál salen grandes cantidades de petróleo y algunas otras materias primas mineras. El otro extremo sería en aguas bajas, en la cual ingresan la mayor parte de los bienes de manufactura; algunos de ellos elaborados con materia prima venezolana. En todas las aguas medias se vería una especie de hueco dado por la ausencia de industria.

Por el lado de aguas altas, esta desproporción sugiere la presencia de fuerzas e intereses externos en pos del control de los recursos petroleros. Por el lado de las aguas bajas una fortísima dependencia del sistema productivo planetario.

Así, aislando la importancia del petróleo como recurso, mas no el poder económico no despreciable que éste brinda en el mercado mundial, la mayoría la cultura venezolana es vista externamente más abajo que las propias aguas bajas: como simples consumidores de bienes terminales.

2.3  Conclusión

Al notar la variedad de interpretaciones de la tecnología, la mayoría erradas en los términos de este escrito, la poca cantidad de instituciones tecnológicas, muchas de ellas degradadas o en crisis y disociadas del sistema productivo, y una notable falta de productividad mínima que le permita a la nación venezolana una mínima autonomía, no podemos sino concluir que la producción venezolana como suprainstitución es prácticamente inexistente, que más bien ha retrocedido. Todo esto con el pesar de que las voluntades ejecutiva y política de los últimos años han pretendido ganar mayor soberanía tecnológica, de que se han dispuesto suficientes capitales de inversión y de que se han aplicado políticas ejecutivas y económicas que en otras latitudes han dado resultados.

¿Qué ha sido entonces lo que no ha funcionado?

En propuestas previas ([Leó04], [FAA+07]) se ha pensado, y así lo reiteramos en la presente, que el estado venezolano ha sido víctima, sigue siéndolo y es resultado, de un profundo y descarado robo cultural. Un primer matiz de ese robo es material y consiste en una fuga de enormes capitales de la renta petrolera que sufre este país desde aproximadamente unos cuarenta años. A pesar de las políticas cambiarias y otras económicas, el gobierno actual no sólo no ha podido detener este robo, sino que lo ha agravado al fomentar más la crematística sin producción local. El segundo matiz es mucho más grave: a la cultura venezolana se la ha enajenado la posibilidad de concienciar el robo. Una de las mejores indicaciones de esto último es el frenesí consumista que han causado las políticas de importación y producción aguas abajo sin considerar los impactos sobre las redes de interrelación ni contemplar cómo incorporar y construir las cadenas productivas aguas arriba. La cultura venezolana ha reducido pues su autoctonía al devenir mucho más dependiente del exterior, lo que a su vez le ha ocasionado una pérdida de su autonomía. Su posibilidad de construir una supraestructura de tecnología está ahora más restringida.

Así pues, en los términos de la tecnología, Venezuela no posee una supraestructura tecnológica mínima que le brinde identidad productiva. Adolece también de falta de conciencia acerca de su existencia (la tecnología), no sólo porque no la tiene ni nunca la ha tenido, sino también porque carece de la capacidad para reconocerla en el contexto cultural mundial y de verse a sí misma dentro de él.

Hay varias fuerzas en juego que han impedido la mirada y cultivo de la tecnología venezolana. Enunciar y discutir cada una de ellas está fuera del límite espacial de este escrito. Fundamentalmente podríamos decir que, tanto a lo interno como externo, la principal fuerza contra la tecnología, se encuentra, quizá paradójicamente, en el rentismo petrolero y el robo que ya señalamos del cual aún se sigue siendo objeto.

Del lado interno, la renta petrolera le ha otorgado al país un poder económico desmesurado respecto al valor total de su escasa capacidad productiva. Este hecho ha redundado en que con el tiempo se haga más fácil económicamente sostener el modo de vida sobre bienes importados en lugar de producirlos autóctonamente. A su vez, esta actitud ha deparado en el círculo vicioso de la importación por sobre la producción, eliminando o limitando severamente las fuerzas culturales en pos de la propia producción local y fragmentando aún más la capacidad de mirada sobre la totalidad productiva.

Del lado externo, la riqueza petrolera, esencial para la tecnología mundial, atrae poderes extranjeros coaccionantes para la producción local. Los agentes que inicialmente se interesaron en la extracción petrolera fueron todos extranjeros, lo cual es explicable porque en las épocas iniciales de la extracción petrolera la tecnología como se nos presenta hoy en día le era desconocida a la cultura venezolana. Por tal razón, no había ningún interés autóctono en aprender y emprender la extracción petrolera. A esto hay que añadir que durante aquellos inicios los poderes extranjeros impidieron explícitamente el sembrado local de empresas petroleras.

Paulatinamente se fue ganando captación de ganancia y mayor autonomía en la toma de decisiones de extracción. Sin embargo, a la fecha actual, a pesar de poseer nominalmente una de las empresas petroleras más grandes del planeta, no se puede decir que Venezuela domine soberanamente su producción petrolera. Una indicación mostrativa de ello son los contratos mixtos que se están suscribiendo con empresas extrajeras para la explotación de la faja petrolífera del Orinoco, la cual alberga las mayores reservas probadas del planeta. Si se tuviesen suficientes fuerzas culturales internas, entonces en el seno de la cultura venezolana habrían aparecido agentes productivos que explotasen la faja, en lugar de los actuales agentes extranjeros. Que las condiciones contractuales, la renta y su repartición sean mucho mejores que las del pasado es bueno, pero sería mucho mejor que todo el petróleo venezolano fuese extraído por los propios venezolanos.

El hecho de que luego de más de una centuria de explotación petrolera Venezuela aún no sea capaz por sí misma de extraer su propio petróleo evidencia que no posee soberanía tecnológica sobre ese rubro. Al sumar esto con su merma histórica, también “centurial”, del resto de sus rubros productivos, podemos comprender en parte el robo que ya hemos señalado.

3  Recomendaciones generales para la apropiación tecnológica

No es el propósito de este escrito plantear un plan de recuperación o apropiación de la tecnología. Pero sí creemos propicio ofrecer consideraciones y lineamientos destinados a atacar las principales causas principales que van en contra de la apropiación tecnológica de una cultura. La mayoría de estos lineamientos están basados en no repetir los errores del caso venezolano y siempre con la advertencia de entender que la eliminación de las causas de un problema no necesariamente lo resuelve.

3.1  El problema de la actitud hacia la tecnología

Hay que encontrar maneras de concienciar en las dirigencias ejecutiva, tanto pública como privada, así como en el vulgo cultural, que la tecnología es un asunto muy político, de alta prioridad y que su apropiación está estrechamente relacionada con engendrar capacidades productivas culturales. Circunscrito al forjado de esta consciencia, y esa es otra razón por la cual la tecnología es un asunto muy político, se deben encontrar mecanismos para su cuestionamiento. Podría ocurrir, y al respecto hay sospechas bien argumentadas por algunos pensadores [Hei82], que la tecnología misma sea culturalmente peligrosa.

En términos culturales, el forjado de la consciencia tecnológica no es un mero problema lingüístico en el sentido de que seamos capaces de articular con el lenguaje construcciones que denoten nuestra eventual comprensión de las cosas. Esta manera de interpretar la consciencia es más bien un lastre que ha ocasionado abuso lingüístico y la falsa idea de que la consciencia y sus consiguientes actitudes se adquieren con escolaridad o propaganda, lo que a su vez, ante la ausencia o tergiversación de los hechos, conlleva al empobrecimiento en el significado y sentido del discurso. En una cultura la conciencia conlleva costumbres en torno a instituciones que produzcan bienes concretos de alguna clase (no necesariamente materiales). En el caso tecnológico estas costumbres se traducen a instituciones productivas sustentables; es decir, circunscritas en redes de interrelación y con fluidez en ambos sentidos (aguas altas y bajas). En fin, la conciencia cultural tecnológica se demuestra y adquiere en los hechos productivos, no en el discurso.

La cultura venezolana que ya arrastra décadas de muy poca productividad, con costumbres de consumo propias del rentismo petrolero, adolece pues de una falta de consciencia tecnológica.

Lo anterior indicia una gran dificultad: ¿cómo forjar una consciencia sobre lo que culturalmente no se conoce? A menudo, las culturas alemana y japonesa son tildadas de milagrosas o heroicas al apreciar que, luego de haber sido derrotadas y devastadas en la segunda guerra, lograron en muy poco tiempo colocarse entre las principales potencias productivas del mundo. Pero muchos de estos merecidos elogios ignoran el hecho de que antes de la guerra estas culturas ya tenían la consciencia tecnológica.

Las culturas orientales que han logrado la apropiación tecnológica, por ejemplo, India, China o Corea del Sur, tienen como rasgo común el conservar una identidad cultural autóctona que, aunque fue agredida por procesos de colonización, no fue destruida.

Nosotros pensamos que la raigambre cultural es muy importante porque ella, o parte de, es lo que posibilita la consciencia del bien o patrimonio público3.

En el caso de la cultura venezolana, así como en las de otras naciones de Latinoamérica, se ha perdido la idea de lo que es bien público. Esta pérdida, cual está estrechamente vinculada con la enajenación referida en § 2.3 ha sido causada por varias agresiones culturales a lo largo de la historia. En primer lugar Venezuela, así como la mayor parte del territorio americano, fue el botín de saqueo de las conquistas europeas sobre América. Muchas etnias americanas fueron exterminadas, y la mayoría de las sobrevivientes avasalladas durante un proceso de colonización de siglos. Posteriormente, sobrevinieron las guerras de independencia americana. Algunas de estas culturas independizadas, en particular la estadounidense, lograron forjar la tecnología porque la colonia ya les había instituido una identidad europea. Otras culturas latinoamericanas, encajadas dentro de la “Europa segunda” [Gue97], no pudieron evitar que en el resto del contexto mundial se les siguiese considerando como meros suplidores de materias primas. En el caso venezolano, a principios del siglo pasado sobrevino un proceso de transformación en el cual la renta petrolera fue desplazando, hasta prácticamente su aniquilación, a las producciones agrícolas tradicionales heredadas de la colonia.

Un plan de apropiación tecnológica tiene que asumir que sin producción local simplemente no hay tecnología. Pero en un principio esta asunción ha de ocurrir en ausencia de la consciencia tecnológica. ¿Cómo hacer pues para producir tecnología y a la vez adquirir su consciencia? Nosotros pensamos que es través del rescate o cultivo de la idea de bien o patrimonio tecnológicos públicos.

3.2  La importancia de lo público

Una manera sucinta de ejemplificar la idea de bien público, aunque no completa respecto a la riqueza de su significado, es mediante alusión a los “servicios públicos” tradicionales: transporte urbano y territorial, electricidad, aseo urbano, telecomunicaciones, sistemas postal, etc. A ese respecto es conveniente notar que la mayoría de las culturas tecnológicas se caracterizan por disponer de servicios públicos de altas prestaciones.

Por público no necesariamente entendemos que sean gratuitos, sino que estén al alcance libre y efectivo de toda la población que conforma la cultura.

Preguntémonos ¿qué sucedería en una cultura tecnológica si súbitamente se perdiese o degradase severamente alguno de estos servicios? Aunque es imposible determinar una respuesta taxativa, sí creemos factible esperar que la cultura de algún modo reaccione para reparar o renovar el servicio afectado.

Ahora preguntémonos ¿cuál sería el estado de la cultura venezolana si, doce años atrás, en lugar de comenzar desarrollos productivos aguas abajo, orientados al consumo individual y sustentados en su mayoría por importaciones, los cuales, tal como lo hemos reseñado, depararon en la degradación de los espacios públicos, en la ocurrencia el tráfico citadino, el gobierno venezolano hubiese consagrado sus recursos en instituir servicios de transporte urbano públicos con prestaciones de servicio de alto nivel? Aquí tampoco es posible responder taxativamente, pero, si asumiéramos que el gobierno venezolano hubiese tenido el suficiente liderazgo y carisma como para convencer a su población de esperar unos años más para obtener y disfrutar en plenitud un servicio público de transporte, entonces hoy nos parecería plausible esperar de la cultura venezolana una consciencia tecnológica en torno al transporte público.

Hemos encontrado, pues, un sutil argumento para sugerir que los planes de apropiación tecnológica estén orientados a la construcción de espacios culturales de encuentro con lo público. Una manera, entre otras, de acometer esto es a través de los servicios públicos, los cuáles, no casualmente, se sustentan en la tecnología.

3.3  El cultivo y la autoridad práctica

Dado que la tecnología sea una suprainstitución constituida por otras instituciones, parece evidente que para poder apropiársela sea necesario forjar nuevas instituciones de diversa índoles: educativas, productivas y de prestación de servicios.

En su sentido costumbrista, las nuevas instituciones no aparecen por simple decreto o por la mera construcción de su infraestructura. Al contrario, se forjan lentamente, con paciencia y sin tener en sus comienzos una imagen exacta de los resultados finales. Ante esta inevitable incertidumbre, y en general para las consideraciones que plantearemos en el resto de esta sección, es muy importante el tener una disposición de “cultivo”, en el sentido de que los resultados se aprecian y se conciencian cuando se recogen los frutos, no al inicio cuando comienza la siembra.

En consideración a lo anterior, creemos que es muy importante que los proyectos de apropiación sean liderados por personas con la suficiente autoridad. El carisma es un componente sumamente importante en el liderazgo y éste a su vez en la gerencia, fundamentalmente cuando se está emprendiendo. Puesto que los cultivos toman tiempo, es esencial que a los emprendedores se les dé tiempo. Ante la incertidumbre es normal que frente a la toma de decisiones un emprendedor sea visto como “autoritario”. Pero más allá de ese eventual “autoritarismo” es críticamente esencial que el emprendedor tenga autoridad práctica, o sea, que haya sido autor en el área objeto de su institución. La no observancia de esto es quizá uno de los principales errores del caso venezolano.

A menudo, probablemente debido a que al observar conductas autoritarias en culturas que han logrado apropiación tecnológica, por ejemplos, los monopolios de principios de la tecnología (en Inglaterra y EEUU), o sistemas de gobierno ciertamente autoritarios (Unión Soviética, Chile, China, ...), se infunde la creencia de que el autoritarismo es una condición deseable o necesaria para el cultivo tecnológico. Sin embargo, al margen de los siniestros, si uno mira mejor la historia tecnológica de aquellas culturas, encontrará fracasos notables en la mayoría de las veces en que los proyectos tecnológicos fueron liderados por individuos sin autoridad práctica. Análogamente, también encontrará que la mayoría de sus triunfos fueron liderados por personas con estrechos vínculos prácticos.

La autoridad práctica es pues fuertemente aconsejable, además de otras virtudes inherentes a la gerencia.

3.4  Los rubros prioritarios

La tecnología tiene muchísimos rubros, pero entre esa miríada hay unos que son vitales para cualquier cultura. Al respecto consideramos tres ámbitos:

  1. La soberanía alimentaria: una cultura debe perseguir, por supuesto con base a sus capacidades agropecuarias naturales autóctonas, el lograr una plena soberanía alimentaria.
  2. Los servicios básicos de vida: entendidos estos como aquellos del tipo señalados en la subsección anterior que sustentan un modo de vida en condiciones dignas.
  3. La salud y educación: las cuales deben ser ámbitos separados de los servicios básicos para evitar el riesgo de ser incluidos, equiparados o confundidos entre sus cadenas productivas.

A condición de asegurarse de que el retorno de inversión, o parte de, sea empleado para subvencionar rubros en los ámbitos prioritarios, es plausible que el estado apoye abiertamente el desarrollo de tecnologías en otros ámbitos.

3.5  La importancia de la red

Ya desde § 1.3.3 establecimos el carácter esencial y prioritario que juegan las redes de interrelación en los sistemas tecnológicos. Los actores planificadores deben aceptar que, cualquiera que sea el rubro, la soberanía tecnológica se ejerce antes que nada a través de la red de interrelación que le esté asociada. Enfaticemos esta importancia a través de algunos ejemplos.

No es posible desarrollar industria pesada propia sin una red suficiente de potencia eléctrica. Mientras que sí es posible tener industria pesada, como en efecto ocurre en muchas geografías, con materias primas importadas, siempre y cuando se tengan los mercados aguas abajo.

Análogamente, no es posible tener instituciones estables de comercio o gobierno electrónico sobre INTERNET si no se dispone de una red de telecomunicaciones fiable y de suficientes prestaciones.

Tampoco se puede tener un sistema alimentario autónomo de alta escala sin redes de obtención de insumos (abonos, maquinaria agrícola, etc), de distribución de cosechas y de transporte de productos.

Las índoles de las redes dependen de la criticidad y prioridades que tengan los rubros y de los recursos conque se cuente. Pero sería imprudente acometer desarrollos en un rubro cualquiera sin antes haber estudiado detallada y responsablemente sus redes de interrelación.

En los términos de la metáfora del aserradero, los proyectos de red tienen el valor de fungir como río; es decir, de ser un medio de trasporte transversal a todas las aguas. Además, su cuidado (el del río) requiere el concurso de otros sistemas y niveles productivos. Esto nos permite resaltar aún más el carácter esencial de privilegiar las redes de interrelación, pues sirven de abono a los cultivos tecnológicos que les son asociados, conllevando la posibilidad de engendrar y desencadenar otros proyectos tecnológicos en las cadenas productivas ligadas a las infraestructuras de la red y a los rubros que ésta interrelacione a lo largo de los distintos tipos de aguas. Como ejemplos de este efecto podemos mencionar al ferrocarril en diversas culturas, la electrificación en la Unión Soviética y al sistema de telecomunicaciones francés.

Una manera adoptada por muchas economías para aprovechar el carácter desencadenante de la construcción de redes consiste en instaurar parques industriales en las periferias que tengan acceso a la red.

Finalmente, si bien es estratégico que estos proyectos tengan carácter público en el sentido ya tratado, notemos que el logro de esto no desdeña la inversión privada ni excluye, especialmente en sus inicios, a los monopolios. El problema primordial es instituir la red; el hacer completamente pública su gestión o librarla de monopolios son problemas que vendrían después, en función de las circunstancias.

3.6  Las prioridades entre los niveles productivos

Dada la complejidad planetaria de la tecnología es muy difícil, y probablemente poco práctico, apropiarse de toda ella, inclusive de una sola cadena productiva completa. Esta aprensión no implica que no se hayan de establecer prioridades en los niveles productivos.

A tenor de esto, es altamente preferible, una vez establecidos los rubros en función de las prioridades y proyectos en torno a sus redes de interrelación, que el orden de apropiación de los nodos productivos sea desde las aguas altas hacia las bajas. Si las circunstancias hacen cambiar ese orden, entonces es imperativo un cronograma factible y detallado de sustitución de importaciones o, en su imposibilidad fáctica, por ejemplo la carencia territorial de una materia prima, un plan de diversificación de proveedores.

La experiencia venezolana en comenzar la apropiación en las aguas más bajas, que según lo señalamos en § 2.2.2 desató un fuerte consumismo, es un buen indicio de lo que puede ocurrir cuando se invierte este orden. Por eso, entre otras razones, es imperativo que el estado no participe activamente en aguas bajas en rubros que no son prioritarios, mas sí vigile y supervise la actividad privada.

El rol ideal de un posible intervencionismo de estado consistiría en supervisar férreamente el cultivo tecnológico de los rubros prioritarios. Un estado más intervencionista no es deseable; pero hay que reconocer que a veces, y este fue el caso de desarrollo de algunas economías asiáticas, la intervención puede corregir rápidamente problemas, siempre y cuando se encuentren gerencias sustitutas efectivas. Aquí, considerando el orden de prioridad que comienza por la red, aguas altas, medias y bajas, la criticidad de la intervención depende de garantizar que la gerencia sustituta sea efectiva, lo cual a su vez requiere de autoridad práctica.

3.7  La enseñanza e investigación

Si en realidad se desea una tecnología soberana, en el sentido de posesión planteado en § 1.7 (las facetas autóctona, autónoma e infraestructural), entonces es indispensable tener un sistema educativo de excelencia, que trascienda más allá de los niveles primario, secundario y superior forjando educación de cuarto nivel. La principal razón, aunque ciertamente instrumental, es que si se pretende ser autóctono y autónomo, entonces hay que ser competitivo respecto a fuerzas tecnológicas externas, lo que no sólo conlleva la ventaja de tener mayor resistencia frente a estas fuerzas, sino que eventualmente podría permitir la exportación de tecnología.

Así pues, la cultura interesada en la apropiación tecnológica debe comprender que la competitividad requiere formación de investigación de altísimo nivel. A este tenor es pues indispensable la instauración de centros de enseñanza e investigación avanzados.

Aunque ciertamente habrán casos en que estos centros deban ser especializados, nosotros creemos que es contraproducente que el estado imponga las áreas de investigación, pues éstas y su inspiración no se decretan, especialmente cuando no se posee la tecnología. Por eso, estas instituciones deben tener un grado de autonomía respecto al estado, sin que ello impida que éste las financie. El principal estímulo que daría el estado sería el de ofrecer aplicación práctica en sus proyectos de cultivo tecnológico. Aquí cobra redundar la importancia de los parques tecnológicos dentro de las periferias de las redes de interrelación, pues ellos fungen como “atractores” de emprendedores formados en los centros de investigación.

No es una condición que los centros de investigación estén cercanos a los centros de producción. Al contrario, aparte de que la distancia de los centros productivos les puede favorecer en su autonomía, en la razón geográfica de estos centros debe primar su cercanía con el conocimiento; por ejemplo, en una zona dónde estén universidades.

Una acción esencial por parte del estado es que éste efectúe seguimiento y evaluación rigurosa de todas sus instituciones educativas y coteje los resultados con los planes tecnológicos. Estas evaluaciones no deben confundirse con estímulos o premiaciones.

En la medida en que las circunstancias lo permitan, con el ánimo de captar más agentes interesados en la producción de conocimiento, los trabajos de investigación deben ser abiertos y de libre acceso y uso. Por supuesto, ante la probabilidad de estar circunscritos a los tratados GATT/OMC se impone considerar seriamente su patentado.

References

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Ramsés Fuenmayor, Jose Aguilar, Miriam Anzola, Miguel Delgado, Leandro León, Juan Mendialdúa, and Oswaldo Terán. El estado venezolano y la posibilidad de la ciencia. In Debate abierto sobre misión ciencia, volume 2. Ediciones del Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología, 2007.
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Lílido Ramírez. El parque automotor en la República Bolivariana de Venezuela, estratos medios de la población y elecciones 2012. período 1990-2011. http://despertaruniversitario.org/2011/12/24/el-parque-automotor-en-la-republica-bolivariana-de-venezuela-estratos-medios-de-la-poblacion-y-elecciones-2012-periodo-1990-2011-y-parte-ii/, 2011.
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Oscar Varsavsky. Ciencia, política y cientificismo. Ediciones del Ministerio del poder popular para la ciencia y tecnología/Monte Ávila, 2007.

1
Expresión del filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero.
2
Desde una perspectiva local el medio ambiente podría considerarse como una fuerza interna. La calificamos de externa para considerar la totalidad planetaria.
3
Puede consultarse [FAA+07] para una discusión mucho más rica de la idea de bien público y el proceso de enajenación que Venezuela ha sufrido.

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